sábado, 21 de febrero de 2009

Divertimento puramente literario

Aunque podría reconstruir a la perfección la silueta de sus labios recordando las sensaciones tactiles que le provocaron. Aunque nunca encontró un hogar más acogedor que la blandura de sus senos. Aunque no hubo nunca un reproche, una exigencia, una noche sin plácida complacencia mutua, ni se perdió el brillo de sus ojos en ningún momento mientras se miraban, hacía ya muchos años que no se habían vuelto a ver. Ahora la tarde tibia de comienzos de primavera le había traído su recuerdo de mirada limpia y piel casi transparente. Ahora que andaba atormentado por indecisiones y prisas, por exceso de trabajo y cansancio de larga evolución provocados por el tedio eterno de la existencia rutinaria de cualquier mortal, se aferraba a su recuerdo una y otra vez como quien desea el oasis atravesando el desierto. El desierto de su desconcierto actual y aquella vida diaria seca en que se había convertido el comienzo de su quinta década. Ahora que ya había aprendido a caminar con las pasiones más o menos refrenadas, que había encontrado la estabilidad emocional necesaria para ir asumiendo los avatares habituales de la vida sin que le produjeran grandes desgarros. De nuevo el deseo vehemente de verse reflejado en los ojos azul grisaceo de aquella mujer de piel tersa y ademanes lentos que le acogió en su pecho solo durante unos pocos días. Cuando abrió la puerta de su casa y dejó de sentir la calidez del sol en la cara su mujer le espetó: "Me voy a vivir a casa de mi hermana unos días, porque no acabo de ver claro lo nuestro".

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