jueves, 30 de julio de 2009

El verano

Todo se ha enlentecido. El calor de estos días ralentiza nuestros ritmos vitales. Más tiempo en casa para evitar las horas de calor. Tumbona y mirada perdida en el mar, siempre el mismo y siempre distinto, como nosotros mismos. Embaucador de miradas, como el río, como la lluvia, como el fuego, porque nos hablan de nosotros y eso nos interesa. Porque nos dejan escucharnos a nosotros mismos, cosa que nosotros no nos permitimos. Tiempo de observar el devenir de los acontecimientos y la impronta emocional que dejaron en nosotros. Tiempo de tomar conciencia de nuestros pensamientos y preguntarnos con curiosidad de dónde súrgen, porqué en este momento, qué mensaje nos traen de nosotros mismos. Sin apartar rápidamente a los desagradables y si aferrarse a los placenteros. Dedicando un tiempo a cada uno y luego despidiéndolos amablemente. Y tras esto volver a sumergir la vista en las páginas del libro abandonado momentaneamente en las piernas para recobrar el hilo de la novela, hasta que de nuevo ella nos remita a nuestra historia siempre insuficientemente asimilada. La calma exterior propiciando la escucha de nuestro interior bullicioso pero siempre insuficientemente escuchado.

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